
NUSQUAM, es la primera exposición individual de la artista Silvana Solivella en Canarias. La muestra incluye sus obras más recientes, con múltiples soportes y técnicas: instalación, escultura, vídeo, dibujo y pintura. La evocación de la naturaleza es un elemento fundamental en su obra, tanto en sus composiciones pictóricas como en los ensamblajes que produce a partir de la petrificación de cristales de sal. A lo largo del recorrido la artista nos invita a reflexionar sobre los orígenes, la memoria, y la identidad, y su incidencia en un entorno transmutado, un no lugar, NUSQUAM.
“Uno de los aspectos esenciales de mi obra reciente es la elaboración en torno a los materiales y la posibilidad de transmutación de los mismos. Mis objetivos y búsquedas conceptuales se adentran en el tema de las raíces y la transmisión de éstas a un entorno transmutado, tal vez irrecuperable, un no lugar: NUSQUAM, en ninguna parte.
A partir de la tensión que se genera entre el recuerdo y el presente, lo visible y lo invisible, trabajo en los intersticios donde anida la memoria…o en su caso, la desmemoria, que no es olvido. En el trabajo actual me concentro principalmente en la idea de flujo–reflujo. Exilios, regresos, el ir-y-venir, o el ir y no volver, lo fijo, lo móvil, lo frágil, lo efímero…
El ingrediente salino marca un punto fundamental de inflexión en mi producción actual, al mismo nivel que otros componentes de mi obra: me interesa tanto por su valor simbólico como por su plasticidad. En este sentido la petrificación salina es clave pues captura precisamente esta materialidad del tiempo, comprimido en el proceso de cristalización.
Las piedras de sal, injertadas en burbujas de cristal soplado y las estructuras construidas con tutores de rosales salinizados, evocan un jardín marino de rasgos gráficos recurrentes. En él germinan plantas acuáticas que se expanden; malezas, algas o corales en ramificaciones que se engarzan con corchos circulares, marañas de redes o enredaderas.
En esta muestra presento también SAL, un libro de artista, que se alimenta tanto del presente y de la memoria de la autora como del tempo del mar y la larga espera de la salificación. La costra de sal viva que lo recubre da cuenta de esas dos cronologías, tan dispares, y embalsama, en su brillo níveo e imperturbable, la fugacidad de la experiencia. En las páginas selladas del libro están mis propias imágenes y una serie de textos inéditos de la poeta canaria Verónica García
Estamos ante un libro que ya no puede leerse, que ya ha sido sellado por el mar y cuyos contenidos sólo pueden ser adivinados, intuidos, como un oráculo. Lo mismo ocurre con la costa levantina de mi infancia, en cuyas aguas se ha forjado este libro, transmutada por la especulación inmobiliaria, de la que solo quedan hoy las imágenes selladas de la dicha. Paisaje tan frágil como el recuerdo y, sin embargo, igual de porfiado, barrido cíclicamente por el viento de Levante.
Pero no hay lugar para la nostalgia en esa escritura para siempre secreta.
SAL, el libro, presencia que trasciende su propio contenido, se presenta al público dentro de una vitrina. Distancia que responde no sólo a su propia preservación a largo plazo, sino también, me gusta pensar, a su inevitable soledad en cuanto objeto que se alimenta más del olvido y de la nada que del recuerdo.
Nada hay más perdurable que el olvido, y este libro es, en cierto modo, su forma y su metáfora”.
Silvana Solivella