
La artista Karina Beltrán presenta el viernes 2 de diciembre a las 20,30 horas, Diario de ida, una muestra de su más reciente producción, resultado de su residencia temporal en el espacio de producción artística del Centro de Arte La Regenta.
TOUCH ME … andando descalza
(una nota sobre la obra reciente de Karina Beltrán)
por Omar-Pascual Castillo
Karina Beltrán es una artista que desde siempre ha estado redefiniendo su territorio, este fenómeno que actualmente está tan de moda como sistema de reconocimiento urbano bajo el nombre de mapping, ella lo hace desde que tiene uso de razón y/o desde que decidió “hacer Arte” o “hacerse artista” porque el arte le sirve como lenguaje total que (le) organiza y define su espacio, y, con su espacio ̶ por ende ̶ su existencia. Sólo que esto que suena tan sencillo, en el caso de la producción de Beltrán está sujeto a un sinfín de sofisticadas capas yuxtapuestas, estratificadas según la importancia factual de esa cartografía.
Cartografía de la cual la artista se figura, capa a capa, un simbólico mapa subjetivo, un mapa de lo que va viviendo, en contraste con lo que experimenta como registro de sus observaciones.
Lo curioso en este sentido es que mientras -a primera vista- la obra de Karina Beltrán parece extremadamente visual, centrada en la imagen y sus derivaciones1, anclada allí en la sensualidad epatante de la retina, en cambio, desde el punto de vista metódico, en su obra se siente como un susurro, cierto deje escultórico, táctil, de roce y/o rozamiento.
Cuando nos roza la pupila algo, a veces molesta, otras… simplemente nos asusta, otras ni nos inmuta.
Ella nos obliga a no ser inmunes, a sí sentir ese tocamiento.
Volviendo al método, un rasgo, el espacial/escultórico que se me manifiesta cada vez más en las últimas series, de hace cinco años a hoy día, en las cuales Karina hasta hace evidente lo invisible en su titulación, como por ejemplo: Leer la piel 2014-2016, o Nebulosas, 2015.
Sus títulos entonces, nombran lo invisible enunciándolo desde su invisibilidad, haciendo de lo poético un hecho dado. De facto, así… en latín, por lo que factualmente se hace su roce una caricia, un pasar la mano/mirada por la piel, la superficie de la ciudad, sus cáscaras y descascarillados, su flora, su arquitectura, sus esquinas vacías, sus residuos, así como las texturas de la luz y la materia. Una voluntad que tiende a lo periférico, a lo limítrofe, a lo fronterizo, al límite, como nuestra propia piel, nuestra primera frontera del espíritu.
Como si la artista de deambular por su habitación hubiese salido a la calle a andar descalza, permitiéndole a la ciudad que la inunde, la ensucie, la acaricie. Como si en estos apastelados colores de Beltrán ella encontrase un erotismo refinado, una nueva sensualidad onanista, donde mirada y tacto se hacen uno, donde fotografía y dibujo/acuarelado se hacen uno, donde topografía y carne se hacen un mismo paisaje. El paisaje de una memoria encapsulada de un Diario [visual] de ida que -en su eterno retorno- espera de quien ahora la observa, ser desvelada, para que luego sin quererlo… a este testigo se le erice la nuca, el brazo, la espalda toda.
1, De hecho en algún momento dije –parafraseándome- que era una constructora y/o hacedora de imaginarios. Al respecto recomiendo, léase el ensayo: Una mujer sí puede ser una isla… desde el silencio publicado en el monográfico Karina Beltrán, escenarios, constelaciones, polaroids del CAAM, Las Palmas de Gran Canaria, 2012.