
Existen en esta muestra dos presentaciones evidentes. Una, la geométrica y compositiva en su definición básica, donde la triangulación asume un papel protagonista en la esquematización de las figuras, ligadas unas a otras en una comunidad de intereses como obligaciones contraídas por razones fundamentales (el número tres, la geometría euclidiana, etc.). Es en esta esquematización donde las figuras sufren unas graduaciones que son las que en definitiva generarán las supuestas animaciones de la obra. La otra, la del espacio-tiempo, donde se encajan y ubican los cuerpos en un ordenado «totum revolutum» y en donde se explicita el trato humano y el animal en sus relaciones de distancias cercanas y cortas.
La reflexión sobre la geometría y su dislocamiento marcan parte de la producción reciente de Alzola. Regresa en estas composiciones el Alzola jugador de ajedrez, a la búsqueda de aquello que está fuera del lienzo. Las «trilogías faciales», surgidas hace unos años, adquieren en la presente muestra un papel determinante. Hablamos de composiciones en las que el pintor articula varias cabezas de perfil en un mismo plano. Tres o cuatro recortables que, caídos sobre el lienzo, pugnan por encontrar su lugar. Cabezas humanas y animales. Intercambiables. El hocico de un perro que constituye el ojo de un hombre. Imágenes que nos devuelven a las miradas del proceso creativo. Hay un tercer grupo de obras, que lleva por título genérico «Campo gradual». En estas piezas encontramos el código objetual de toda esta producción. Las piezas y el tablero, el objeto de reflexión del pintor, que no es otro que la mente humana.
Representada, a partir de planos de color, como una cabeza de un animal vista de frente, despojadas de todo adorno, carentes de expresión, recortadas contra el vacío. Fotogramas de un instante a los que el pintor se aferra. Alzola introduce la «Trilogía facial recta» y la «Trilogía facial simple» para devolver la mirada al tablero. En ellos el triángulo juega un papel esencial. El tres recorre toda la muestra, como anotan sus títulos. Y el tres acompaña, como en los movimientos del caballo en el ajedrez, a lo largo de este juego pictórico
El arte es, para él, más un juego y una posibilidad de reflexionar sobre la existencia que una máquina de producir objetos más o menos bellos. «Juan Luis Alzola se sostiene en la adolescencia; en sus cuadros es inútil buscar texturas densas, difuminados, veladuras, o la emoción de la plasticidad. La obviedad pictórica de su trabajo es sólo la carátula de un juego, de una forma de moverse por la vida», apunta el crítico Franck González.
En su obra, prosigue el análisis, «no existen reglas precisas sino indicios de la necesidad del humor, de la desconfianza por lo severo, del desprecio hacia la grandilocuencia y lo excesivo. Una obra de apariencia modesta que nos acerca gradualmente al ámbito de la belleza sin recurrir a alardes técnicos o al impacto formal. Para Juan Luis Alzola el virtuosismo no es lo esencial de la obra de arte. En este juego es más importante la actitud que la destreza, la opción que el desarrollo». Al afirmar la vida como la auténtica forma artística. Su pintura pretende informar de un modo de ver la vida, no de los arcanos de un oficio.
SIETE MIRADAS SOBRE ALZOLA
Franck González
1.- «Siete dientes guanches».
Alzola, a diferencia de otros compañeros de su generación con los que compartió militancia, activismo, tertulias y quejas, no ha hecho de la identidad uno de sus pilares. Es cierto que allí están los dientes guanches (1979), obra que se explica en el contexto del Manifiesto de El Hierro. Pasadas estas fiebres juveniles, Alzola no volvió a transitar esta senda.
2.- «Una partida de billar».
El día que explicaron el mercado del arte, Alzola no fue a clase. Tal vez eso explique que sea el más duchampiano de su quinta. Mientras algunos de sus compañeros de viaje hacían del internacionalismo y de «Balcón» su bandera de identidad y otros más jóvenes se abrazaban a la transvanguardia y a los nuevos salvajes, Alzola leía. Que es su modo de jugar al ajedrez.
3.- «Paisaje y toponimia».
Es difícil encontrar en cuarenta años de trabajo de Alzola una pitera, un risco o un volcán. En exposiciones como «Paisaje y Toponimia» (1992) y en «La encantada» (1997) encontramos trazas del relato de la isla que encardinó gran parte de la producción plástica insular en los años ochenta y noventa. Pero no hay allí huella alguna de la historia de este país tardío. Y nada de esto regresará jamás a sus dibujos y lienzos. Alzola es un pintor europeo que una tarde bajó del barco para jugar al ajedrez en el parque Santa Catalina.
4.- «Animales».
Hay algo inquietante en la obra de Alzola. Me temo que la diatriba entre mano y cerebro, si alguna vez se desató en él, ya estaba resuelta para cuando inauguró su exposición «Animales» (1991). Muestra que subtituló como “obra alternativa” y en la que presentaba su primer bestiario, un “zoo mental”. Un bestiario que traspasa su trayectoria, especialmente a partir de su muestra «Obra mínima» (2004). Una sucesión de figuras que se encadenan, en donde figura y fondo intercambian sus papeles, generando imágenes dobles. Se abre así la veda para parte de la obra que nos ocupa ahora.
5.- «Memoria y obra».
La reflexión sobre la geometría y su dislocamiento marcan parte de la producción reciente de Alzola. Un proceso que adquiere fuerza en la exposición «Memoria y obra» (2006). Los tipos humanos allí presentados, sus “Cabezas y sombras” apelan, como apuntaba su autor “a los estados de conciencia: a lo extraplástico, a lo extrapictórico”. Regresa Alzola a aquello que ha constituido uno de sus principios rectores, la búsqueda del “dominio del movimiento, no del dominio visual”, siguiendo el ABC duchampiano. Interesa el proceso, el viaje. El lienzo es un mero residuo documental.
6.- «Difuso-Patidifuso»
En algunas de estas piezas –en “Segundo Campo Gradual” pero también en “Bicraneal”- hemos creído encontrar el código de toda su producción última. Las piezas y el tablero de ajedrez, el objeto de reflexión del pintor, que no es otro que la mente humana. Representada, a partir de planos de color, como la cabeza de un animal vista de frente. Algo queda de aquel sueño de la razón de los jóvenes kuroi griegos. Y de las miradas perdidas de los retratos de El Fayum. Pero no hay gesto alguno acá, porque la emoción es un juego racional.
Actividades relacionadas
Coincidiendo con esta exposición, el Departamento de Educación y Acción Cultural ha organizado una serie de actividades gratuitas dirigidas a chicos y mayores. Asistencia libre sin necesidad de inscripción.
- Inauguración Infantil: 20 de mayo a las 18.00 h. (para niños de 8 a 11 años)
- Otra Mirada:
26 de mayoaplazada al 9 de junio a las 19.00 h. (visita guiada por la artista Marta Mariño) - GuiArte, visita guiada para adultos: 15 de junio a las 19.00 h.
- Arte en Familia: 7 de julio a las 18.00, visita guiada y taller creativo para niños de todas las edades acompañados por familiares y/o adultos